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“Invitamos a la gente del común a no perder la esperanza”:

Foto del escritor: Fundación Grupo Las TroyanasFundación Grupo Las Troyanas

Actualizado: 31 mar 2019

Relatos de la comunidad ETCR a la población Urbana


 

¿Qué ocurriría si nos atreviéramos a destapar esa cajita que nos negamos a abrir por miedo a lo que tenga en su interior?

La alarma incesante no fue suficiente para despertarnos a la hora planeada. Ya sentíamos el dolor en la espalda y en las piernas por la caminata “a paso de soldado” de la tarde anterior. Aunque ese ritmo no era el mismo al de la comodidad de la ciudad, no se podía decir que no estuviéramos emocionadas por lo que nos esperaba. La caja que llevábamos con nosotras, para la primera actividad del taller por el que habíamos sido contactadas, no corrió con suerte durante el viaje: llegó magullada, un poco maltrecha y sin su forma original. Tuvimos que moldearla para poder usarla: fue necesario sacar su contenido original (materiales viejos que sobraban de talleres pasados y que llevaban su tiempo ahí), pintarla y prepararla para lo nuevo que se acercaba. Al final nos dimos cuenta de que la caja no solo mostraba esas peripecias que implican la trocha, sino que narraba nuestra experiencia en el viaje: su contenido iba a ser diferente una vez que volviéramos a la ciudad, pues cada papel que saliera de su interior contaría sus matices...


cambio/conocer [1]


A eso de las diez de la noche del viernes, el ladrido de los perros avisaba de nuestra llegada a la vereda La Fila. La bruma nos acompañaba mientras las pocas luces de los postes nos permitían dimensionar las casas de yeso que se nos presentaban a su paso, entre estas, una con un mural de Alfonso Cano y El Campamento de la memoria fariana. Al encontrarnos en el restaurante comunal, los viajeros nos arrinconamos cerca a la puerta (es cierto, tratábamos de lidiar con toda la información nueva, y para hacerlo, sin darnos cuenta, decidimos permanecer juntos).

Pegados en las paredes había mapas de la región que señalaban los proyectos productivos; y superpuestos a ellos estaban imágenes de juegos que hallaríamos en un babyshower. El llamado “baby boom” era muy real, y nos estaba mostrando que nos encontrábamos ya en ese deseo por la transición. Lo anterior no solo nos decía que ahora era posible aumentar la población en la comunidad, sino que esa era la vida civil tratando de consolidarse; era celebrar y desplegar la vida en el lugar más comunal de la zona; era construir jardines infantiles y recibir bebés en brazos. Todo ello se debía al anhelo por cuidar y acoger la nueva etapa.

Por un momento olvidamos el hambre, volvimos de imaginarnos el futuro, era hora de cenar. Conversamos sobre las actividades que comúnmente desarrollamos cada día; pero lo que era algo común para nosotros tal vez no lo era para las mujeres que atendían el restaurante. Aquella mujer que nos servía a la mesa se recostó contra la pared para escucharnos con asombro, estaba en la encrucijada de unirse a la conversación, respetar nuestro espacio o reírse de nuestros chistes. La fascinación por ese primer encuentro fue mutua, pero nadie se atrevía a superar las barreras.


lucha/travesía


Alirio nos dio un contexto general del espacio territorial y de sus habitantes, él sabía de lo que hablaba, había estado al frente de la creación desde cero de ese espacio que ahora era mucho más que tierras arrendadas. Le pidió el favor al Abuelo de guiarnos por todo el terreno, y entonces Adrían (a quien hasta ese momento le conocíamos como tal) se dispuso a recorrer con nosotros los cuatro barrios con sus centros productivos, espacios de reunión y lugares significativos. Él personificaba la idea de que esos monstruos que alguna vez alguien pintó en tu cabeza, en realidad, tal vez no lo eran. Su alias no era casualidad, aquellas arrugas en sus ojos eran las mismas de un abuelo que, con una palabra pausada, contaba sus historias con gran detalle, y respondía a un sin fin de interrogantes que se nos ocurrían en el camino.

Notábamos en el Abuelo un esfuerzo por recalcarnos el valor de lo construido, pero consigo también estaba la preocupación por mantenerlo ¿Qué hacer con los niños que vienen en camino a un lugar que aún se levanta desde el polvo y la tierra? ¿Qué hacer con los jóvenes que abandonan el proyecto comunal en el campo por cumplir su sueño de estudiar en la ciudad? ¿Qué hacer con la pérdida de valores compartidos que se veía incluso en la preferencia por la música comercial no fariana? ¿Qué hacer con las disidencias a las que habría que hacerle caso porque son estas las que tienen las armas? Ahora la FARC se veía frente al reto de tener que adaptarse a nuevas identidades, que ponían en juego la ya establecida.

¿Y nosotras? Pues no fuimos ajenas a estas tensiones. Cuando se nos preguntó por el nombre de la ONG y contamos que devenía de la tragedia de Eurípides, el representante a la cámara Sergio Marín nos dijo que había creído que nuestro nombre era por el caballo de Troya. Lo anterior, solo fue un reflejo de las dudas que surgen respecto al grupo, y de las cuales nosotras como integrantes ni siquiera escapamos; cuando planeamos el taller sentimos la urgencia de meter nuestras publicaciones en alguna parte de este. ¿A esto nos dedicamos, no? no estamos visibilizando la violencia sexual en el conflicto armado si no hablamos de esto, pero, a la vez, entendíamos que el llamado había sido a contribuir al proceso de memoria de la comunidad en la ETCR de Icononzo.

Si bien por parte de las directivas de la FARC no se nos impidió hablar de este tema, resolvimos que la contextualización sobre dicha problemática sería algo secundario y que solo lo pondríamos en la mesa para ejemplificar el proceso de memoria generado por el grupo (nosotras también sentimos miedo de que la actividad no fuera a pegar y tal vez también quisimos evadir posibles reacciones negativas por hablar del tema).

Ya iniciado el taller, nuestra compañera se dispuso a leer (con algo de temblor en sus manos) el texto “Negrita bella” de Relatos de Nariño [2], en el que se muestra cómo se interpela al otro cuando se escucha estas historias de dolor. El momento de reacción no dio espera: vimos algunas caras de confusión entre los participantes e, incluso, una persona abandonó el recinto ¿Era muy pronto hablar de este tema incluso si se pensaba como algo secundario? ¿Nuestra experiencia no es el mejor ejemplo? ¿Otra vez no pudimos salirnos del lenguaje académico? ¿Cómo hacer para escucharnos? Tal vez no escuchamos que no era el momento, tal vez no quisimos hacerlo, o tal vez allí, había un otro interpelado.


esperanza/humanos



Antes de que dispusieramos de ella, todos los asistentes hicimos una breve presentación diciendo nuestro nombre y algo que disfrutaramos hacer. Al cumplir la ronda, nos dimos cuenta de que no éramos un grupo homogéneo. Junto con nosotras se encontraban Johana y Paula, dos profesoras que hace ya un tiempo dictaban clases de lunes a viernes en la Escuela Conjunta Manuel Marulanda; también nos encontrábamos con Yaneth, Johnson, Juan Carlos y El Artesano, reintegrados de las FARC que ahora viven su presente en el espacio territorial.

Era el momento de usar la caja, algo de humor nos sirvió para superar la incomodidad de la actividad anterior, y, entonces, nos permitimos la oportunidad de participar juntos. La resistencia se fue aligerando casi que sin darnos cuenta. Decidimos despojarnos de toda idea enredada que fuera un obstáculo para el proceso de edición.

Pedimos que cada persona anotara en un papel una palabra que representara algo de su historia o de su cotidianidad, volaron ideas y terminamos con el insumo para desarrollar el fanzine. Esta parte del taller se enfocaba en la edición comunitaria, y ese sentido de comunidad estaba muy presente: negociaban cuando no estaban de acuerdo en lo que iba a quedar en el texto, ponían en práctica nuestras sugerencias, debatían el para quién iban a escribir, y consultaban con los otros hasta las imágenes que pondrían en su publicación.

A pesar de los momentos tensos, de las barreras no superadas, esa caja que venía con nuestras ideas y actitudes viejas, la misma que ya maltratada tuvo que ser vaciada para convertirse en algo nuevo, la que volvimos a llenar con imágenes construidas en comunidad, la que soportó el viaje y representaba nuestro miedo a lo que fuéramos a encontrar, llegó a la ciudad llena de enseñanzas, renovada. Esta caja da cuenta de nuestro proceso y del paso que hay que dar para liberarnos de los prejuicios y, así, aceptar esta invitación hacia los colombianos, la de no perder la esperanza.




´1 Estas fueron las palabras que se escribieron en papeles durante la actividad de la caja mágica. La primera palabra corresponde a lo que los excombatientes escribieron, la segunda corresponde a lo que pusieron algunas de las integrantes de Troyanas, que también se involucraron en la actividad.


2 próximos a publicar.

 

María Díaz y Luisa Ramírez Bernal

Fundación Grupo Las Troyanas

 
 
 

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