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La Luz del Puerto

Foto del escritor: Fundación Grupo Las TroyanasFundación Grupo Las Troyanas

Cómo iba a saber Luz que después de que su mamá muriera de un cáncer en el útero, por la falta de medicamentos, tendría que dejar todo en Puerto Ayacucho para poder llegar al río Orinoco y alcanzar a parir en algún hospital público, al que pudiera llegar en Colombia. Cómo podía saber de la desnutrición que recorría su cuerpo del pie a la cabeza, pasando por su vientre y lo que crecía con prisa en él. Cómo podía imaginar que cruzando la frontera los militares abusarían sexualmente de ella, cuando desesperada por llegar a algún hospital, la chantajearon a cambio de dejarla pasar. Cómo pensar que al llegar le cerrarían las puertas de urgencias, a un milímetro de su ombligo, en cada hospital, que por no tener los permisos de migración para estar legal en Colombia, aunque Luz esto no lo entendía, se lo aclaró un portero quien le dijo: por ser “Venezolana ilegal”. No habría imaginado que en el único lugar al que pudo ingresar para tener a su hijo, le darían el dictamen de positivo para VIH, según el médico una enfermedad transmitida por el contacto sexual.

Luz no sabe que no verá a su niño graduarse de primaria, ni de bachillerato y que no le podrá preparar para su matrimonio el sancocho que le había enseñado a hacer la abuela. Se apagan las luces del hospital quedando el zumbido de un viejo ventilador, mientras en el río los indígenas Curripacos ven una Luz que desciende por las aguas en el camino de las almas a su destino.


Juliana Romero Cubillos.




 
 
 

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